lunes, 1 de febrero de 2016

Mateo 5.17-20

Mateo 5.17-20

Este pasaje es frecuentemente malinterpretado, razón por la que hay que prestar especial atención al contexto general del tema para entenderlo apropiadamente y no caer en posturas extremistas y no bíblicas.

Actualmente, con el avance de la apostasía generalizada, se ha levantado un frente legalista que intenta judaizar a la Iglesia. Ya Pablo tuvo que batallar ampliamente contra los judaizantes que intentaban imponer a la Iglesia el cumplimiento de la ley.

Romanos 3 es una clara muestra de las luchas que el apóstol sostuvo para defender la verdad. Gálatas fue escrita fundamentalmente para combatir a aquellos que llamándose cristianos imponían cargas legalistas sobre los hermanos, que ellos mismos no eran capaces de llevar.

Así, pues, dado que hay abundante material bíblico sobre este tema, es conveniente que todos los cristianos lo conozcan bien a fin de no desviarse de la verdad.

Vamos a intentar responder algunas preguntas sobre el tema que nos ayudarán a comprenderlo mejor.

Sin duda, Jesús estaba hablando con sus discípulos. El verso 20 lo deja claro. Por tanto, estamos meditando en un capítulo en el que Jesús está dirigiéndose a sus discípulos. Les ha hablado de las bienaventuranzas, y les ha mandado que no se escondan, sino que sean sal y luz en medio de las tinieblas de este mundo.

Tampoco cabe la menor duda de que les está hablando de la ley de Dios dada a Israel por medio de Moisés. Es más, puntualiza: La ley o los profetas.

Ahora estudiemos las palabras del Señor a este respecto.

No penséis que he venido para abrogar. La palabra abrogar, en el original es kataluó, que significa destruir, abolir. En el lenguaje legal abrogar es anular una ley.

Jesús está diciendo claramente que Él no vino para anular la ley, sino para cumplirla.

Teniendo en cuenta que el apóstol Pablo afirma en Romanos 3.28: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Y puesto que la Palabra de Dios no se contradice, debemos entender que aunque la ley sigue en vigor, no está abolida, nadie puede justificarse mediante las obras de la ley.

¿Cómo podremos justificarnos entonces? El mismo Pablo afirma: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; Romanos 5.1. Para esto Cristo la cumplió.

Entonces, ¿Para qué sirve la ley? Veremos que hay dos razones poderosas por las cuales el Señor no derogó, no abrogó, ni anuló la ley.

1.- Porque por medio de ella el ser humano es enfrentado a su verdadero estado de pecado.  No son pocos los que creen que son buenas personas y que, por sus obras bondadosas, merecen ser salvados.

¿Cómo podríamos convencer a alguien de que no es tan bueno si no por la ley? La ley condena a todo el mundo. Como está escrito: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Romanos 3.9.

Recuerden que el pecado es infracción de la ley. 1Juan 3.4.

Pablo sigue diciendo: …para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Romanos 3.19-20.

Así, que, el primer propósito de la ley es mostrar al ser humano su pecado.

2.- El segundo propósito de la ley es para llevarnos a Cristo. Como está escrito: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; Gálatas 3.24-26.

Es decir, puesto que la ley sólo condena, y no salva a nadie, Dios ha querido que por medio de la fe en Jesucristo, Su Hijo, seamos salvos los que somos de la fe de Jesús.

Como está escrito: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. Romanos 3.21-26.

Así, pues, por esa razón Cristo no abrogó la ley. Ya que sigue siendo necesaria para todo aquel que intenta justificarse delante de Dios por sus buenas obras.

Sin embargo, ¿Tiene la Iglesia que vivir bajo la ley? De ningún modo. Como está escrito: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Romanos 6.14-18.

Pablo advirtió a Timoteo sobre aquellos que querían ser doctores de la ley sin entender lo que hablaban o afirmaban. Como está escrito: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado. 1Timoteo 1.8-11.

En resumen: Por tanto, la ley sigue en vigor para los pecadores, mas no para quienes hemos sido justificados por la fe de Jesús.

Bendición

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