domingo, 13 de marzo de 2016

LA DIFERENCIA ENTRE SER UN CREYENTE Y SER UN MIEMBRO

LA DIFERENCIA ENTRE SER UN CREYENTE Y SER UN MIEMBRO

En los dos mensajes anteriores vimos que la iglesia es el Cristo corporativo, y también vimos que a fin de conocer el Cuerpo de Cristo, tenemos que poner fin a nuestra vida natural.

EL CUERPO DE CRISTO ES LA EXPRESION DE CRISTO
¿Qué es el Cuerpo de Cristo? El Cuerpo de Cristo es la continuación de la vida de El sobre la tierra. Cuando Cristo vino y vivió en la tierra, se expresó por medio de Su cuerpo. Hoy El sigue necesitando un cuerpo para poder expresarse. De la misma forma que un hombre necesita de un cuerpo para expresar todo lo que es, Cristo necesita un cuerpo para poder expresarse. La función del Cuerpo es ser la plena expresión de Cristo. Así como no podemos manifestar nuestra personalidad por medio de un solo miembro de nuestro cuerpo —los oídos, la boca, los ojos, las manos o los pies—, Cristo tampoco puede manifestar Su personalidad por medio de un solo miembro de Su Cuerpo. Se requiere de todo Su Cuerpo para manifestarlo a Él. Debemos ver que todo lo relacionado con Cristo se expresa por medio de Su Cuerpo. Pero esto no es todo. El Cuerpo de Cristo es la extensión y la continuación de Cristo sobre la tierra. El pasó más de treinta años sobre la tierra en los cuales se reveló a Sí mismo. El hizo esto como el Cristo individual. Ahora El se revela por medio de la iglesia. Este es el Cristo corporativo. Antes, Cristo se expresaba individualmente; ahora se expresa corporativamente.

EL CUERPO DE CRISTO ES EL VASO CORPORATIVO QUE CUMPLE EL PLAN DE DIOS
Dios desea un vaso corporativo, no un vaso individual. No se trata de escoger a unos cuantos cristianos que tengan celo y sean consagrados, a fin de que trabajen para El a un nivel individual. Los vasos individuales no pueden cumplir ni la meta ni el plan de Dios. Dios escogió la iglesia, y ella es Su meta. Sólo la iglesia, que es el Cristo corporativo, puede alcanzar la meta de Dios y cumplir Su plan.
Observemos nuestro cuerpo humano. Ningún miembro de nuestro cuerpo puede actuar independientemente. Es imposible que un cuerpo dependa completamente de una mano o de una pierna. Sin embargo, si el cuerpo llega a perder un miembro, quedará incompleto. El Cuerpo de Cristo está compuesto de todos los creyentes. Cada creyente es un miembro del Cuerpo de Cristo y es indispensable.
El Cuerpo de Cristo es una realidad, y también lo es la vida de iglesia. La Palabra de Dios no dice que la iglesia es como el Cuerpo de Cristo; dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Nada externo puede llegar a formar parte de nuestro cuerpo físico. Podemos vestir nuestro cuerpo, pero el vestido no puede llegar a formar parte de nuestro cuerpo. Nada que proceda de nosotros podrá jamás llegar a formar parte del Cuerpo de Cristo, porque en el Cuerpo de Cristo “Cristo es el todo, y en todos” (Col. 3:11). Todo lo de nosotros que no sea parte de Cristo, estorba el conocimiento interior que podamos tener del Cuerpo de Cristo. El pecado nos impide ver a Cristo, y la vida natural nos impide ver el Cuerpo. Todos debemos ver cuál es nuestra posición en el Cuerpo de Cristo. Si verdaderamente vemos nuestra posición en el Cuerpo, será como si fuéramos salvos por segunda vez.
La vida adámica es individualista e independiente. Aunque todos los que están en Adán participan de la misma vida, no existe ninguna comunión entre ellos. A pesar de que todos cometemos pecados, cada cual toma su propio camino. Todos los que están en Adán viven como individuos separados. En Cristo, todo aquello que es individualista queda excluido. Si deseamos conocer la vida del Cuerpo, debemos ser librados no sólo de nuestra vida pecaminosa y nuestra vida natural, sino también de nuestra vida individualista. Todo elemento de individualismo debe desaparecer porque nada individualista puede alcanzar la meta de Dios.

LA DIFERENCIA ENTRE SER UN MIEMBRO Y SER UN CRISTIANO
El Nuevo Testamento nos muestra que existe una diferencia entre ser un miembro y ser un cristiano. Ser cristiano denota una persona individual, mientras que ser un miembro hace referencia a una entidad corporativa. Uno es cristiano para sí mismo, pero uno es miembro para el beneficio del Cuerpo. En la Biblia hay muchas expresiones que tienen significados opuestos, tales como la pureza y la inmundicia, lo santo y lo común, la victoria y la derrota, el Espíritu y la carne, Cristo y Satanás,
el reino y el mundo, y la gloria y la vergüenza. Todos estos son términos opuestos.
De igual forma, el Cuerpo está en contraposición con el individuo. Así como el Padre es contrario al mundo, el Espíritu a la carne, y el Señor al diablo, de la misma forma el Cuerpo es lo opuesto al individualismo. Una vez que uno ve el Cuerpo de Cristo, es librado del individualismo y ya no vive para sí, sino para el Cuerpo. Al ser librados del individualismo, espontáneamente estamos en el Cuerpo.
El Cuerpo de Cristo no es una doctrina sino un ámbito. No es una enseñanza, sino una vida. Muchos cristianos procuran enseñar la verdad acerca del Cuerpo, pero pocos conocen la vida del Cuerpo. El Cuerpo de Cristo es una experiencia que se tiene en una esfera totalmente diferente. Es posible que alguien conozca todo el libro de Romanos y aun así no ser justificado. De manera semejante, un hombre puede conocer con mucho detalle todo el libro de Efesios, sin haber visto el Cuerpo de Cristo. No necesitamos conocimiento, sino revelación, para comprender la realidad del Cuerpo de Cristo y para entrar en la esfera del Cuerpo. Solamente una revelación de parte de Dios nos puede introducir en la esfera del Cuerpo, y sólo entonces, el Cuerpo de Cristo llegará a ser nuestra experiencia.
En Hechos 2 parece como si Pedro estuviese predicando el evangelio solo, y que tres mil personas hubieran sido salvas por intermedio de él. Pero debemos recordar que los otros once apóstoles estaban de pie junto con él. El Cuerpo de Cristo estaba predicando el evangelio; ésta no era la predicación de un solo individuo. Si tenemos la visión del Cuerpo, veremos que el individualismo no nos conducirá a ningún lado.
Si nos damos cuenta de que como cristianos no somos más que miembros, dejaremos de ser orgullosos. Todo depende de nuestra visión. Los que logran ver que son miembros, ciertamente tienen muy en alto el Cuerpo y honran a los demás miembros. No se limitarán a ver sus propias virtudes, sino que estarán dispuestos a estimar a los demás como mejores que ellos mismos. Cada miembro tiene una función, y todas las funciones benefician al Cuerpo. La función de un miembro es la función de todo el Cuerpo. Cuando un miembro hace algo, todo el cuerpo lo hace. Cuando la boca habla, todo el cuerpo está hablando.
Cuando las manos trabajan, todo el cuerpo está trabajando. Cuando las piernas caminan, todo el cuerpo está caminando. No podemos separar a los miembros del cuerpo. Por lo tanto, las actividades de los miembros del Cuerpo deben redundar en el bien del Cuerpo. Todo lo que los miembros hagan debe beneficiar al Cuerpo.
Efesios 4 dice que el Cuerpo está creciendo hasta la estatura de un hombre plenamente maduro. No dice que los individuos crecen hasta llegar a ser hombres plenamente maduros. En el capítulo tres la capacidad de conocer el amor de Cristo y de comprender la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Él, se obtiene con todos los santos. Nadie puede conocer ni comprender solo. Un individuo no tiene el tiempo ni la capacidad de experimentar el amor de Cristo de esta manera.
En 1 Corintios 12:14 al 36 habla de dos conceptos erróneos que pueden tener los miembros: (1) “Porque no soy... no soy del cuerpo” (v. 15). Esto es menospreciarse a sí mismo y codiciar la función de otros. (2) “No te necesito” (v. 21). Esto es ser orgulloso y pensar que uno puede incluirlo todo, menospreciando así a los demás.
Ambos conceptos son nocivos para el Cuerpo. No debemos tratar de imitar a otros miembros ni codiciar su función. Si evitamos esto, no nos desanimaremos ni nos daremos por vencidos al ver que no podemos ser como ellos. Al mismo tiempo, no debemos menospreciar a otros miembros creyéndonos mejores y más útiles.

CONSCIENTES DEL CUERPO
En la vida de iglesia, debemos aprender a estar conscientes del Cuerpo. Cuando tenemos problemas con otros hermanos, esto indica, sin lugar a dudas, que tenemos problemas con Dios. Algunos cristianos son como las mariposas, que actúan independientemente. Otros son como las abejas, que viven y trabajan juntas. La mariposa vuela de flor en flor, siguiendo su propio camino, pero las abejas trabajan para la colmena. La mariposa vive y actúa individualmente, pero la abeja tiene conciencia colectiva. Todos debemos, como las abejas, tener una conciencia colectiva, para poder convivir con otros miembros en el Cuerpo de Cristo. Cuando hay una revelación del Cuerpo, hay conciencia del mismo, y cuando hay conciencia del Cuerpo, todo pensamiento y acción individual quedan descartados automáticamente. Al ver a Cristo somos libres del pecado, y al ver el Cuerpo somos libres del individualismo. Ver el Cuerpo y ser libres del individualismo no son dos cosas separadas, sino una sola. Una vez que vemos el Cuerpo, nuestra vida y nuestra obra como individuos cesan. No es asunto de cambiar de actitud ni de comportamiento; de esto se encarga la revelación. No podemos entrar en el ámbito del Cuerpo por otro medio que no sea la revelación.
Una visión interior auténtica resuelve todos los problemas.

Lectura bíblica: Ef. 3:3-6; 4:15-16; Col. 3:10-11; Ro. 12:4-5; 1 Co. 12:4-16, 20, 26

Del Libro: “El Misterio de Cristo”
Watchman Nee
-Cap. Tres.

martes, 8 de marzo de 2016

Sólo Existen Dos Iglesias

Sólo Existen Dos Iglesias

Jesús usó la palabra “Iglesia” dos veces.
Jesús dijo que había venido a construir ”Su Iglesia” y usó esa palabra en dos ocasiones.
Jesús se refirió a Su Iglesia en dos formas completamente diferentes la una de la otra, dándonos dos significados para esa palabra. Dos manifestaciones para Una misma Iglesia.

La primera cuando dijo: “sobre esta Roca edificaré Mi Iglesia” Mateo 16
La Iglesia que Cristo instauró es una y es universal. Está edificada sobre Su Persona y es Su Iglesia. Nadie debe decir esta es “mi iglesia”. Eso significa que la Iglesia de Cristo no es una denominación, una organización, ni una institución humanas. Cada persona nacida de nuevo y siendo regenerada por Su Santo Espíritu es, por la gracia de Dios, miembro de la Iglesia mundial independientemente del país o el continente en donde se encuentre. Esa es Su Iglesia, es una sola Iglesia, y está presente en todo el mundo.

Y la segunda es la Iglesia local. La Iglesia familiar. Jesús se refirió a la Iglesia en nuestro pueblo, ciudad o barrio cuando dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.” Mateo 18
Y en ese mismo pasaje, Jesús nos enseñó la manera en que podemos solucionar nuestros problemas internos cuando un hermano peca contra otro. Nuestro Señor sabía que tendríamos diferencias y contradicciones entre nosotros, sabía que Satanás lo usaría para dividirnos y separarnos, por lo que nos dio la solución con estas valiosas y poderosas palabras:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.”

Queridos hermanos y hermanas, esas son las dos iglesias que Cristo instauró. Son dos manifestaciones de la misma Iglesia y así se manifiesta y está presente a lo largo de las Sagradas Escrituras. Cada unos de nosotros debemos pertenecer a las dos sin barreras y sin separaciones. Todo el Nuevo Testamento es un clamor a la llamada de ser una sola Iglesia en Cristo Jesús. Una sola Iglesia unida en Su Nombre. Así pues, todo lo que no se conforma a estos dos modelos es “otra cosa”, es obra de los hombres y ello nos ha llevado al engaño de las miles de denominaciones que dividen y mutilan el cuerpo de Cristo, Su Iglesia.

“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
Filipenses 2

El Evangelio del Legalismo

El Evangelio del Legalismo

Muchos cristianos contemporáneos han aceptado el evangelio del legalismo. Creyentes en la Reforma tradicional tienden a explicar el legalismo como un intento de ganarse la salvación por las obras del hombre. Pero para el cristiano genuino salvado por gracia, el legalismo es más profundo que eso. Los legalistas son personas que creen que la salvación es solo por gracia, pero la santificación viene por sus esfuerzos y su trabajo duro para ser “buenos cristianos”.
El legalista tiende a  empujar su propio estándar personal a todos los demás. Es rápido para juzgar los motivos de los que tiene a su alrededor, y suele pensar lo peor de ellos y de sus intenciones. Los legalistas confunden la obediencia al Señor con tratar de servir a Dios en su propio esfuerzo. Ellos exigen a otros hacer cosas que ellos mismos nunca harían. Ellos consideran que los pecados de los demás son mas graves y severos que los suyos. (Philip Yancey describe a los legalistas de una manera perfecta cuando dice: “Los cristianos legalistas se enfadan mucho contra otros cristianos cuando pecan de manera diferente a como lo hacen ellos mismos.”)
El legalista también siente que tiene el derecho de entrometerse como un intruso en la vida de los demás, o como Pedro lo comentó: “Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, ladrón o malhechor, o por entrometerse en lo ajeno.” 1 Pedro 4:15.
Están ciegos a su propia santurronería, y se sienten orgullosos de estar limpios en lo exterior (Sin darse cuenta que están sucios en el interior). Por todas estas razones, ellos sin quererlo traen mucho pesar y dolores de cabeza en la vida de los demás; al mismo tiempo, entristece observar que ellos no se dan cuenta del problema.
Cuando era adolescente, vine al Señor por medio de una denominación legalista. Chupe ese evangelio del legalismo durante mucho tiempo, y estaba rodeado de personas legalistas. También yo, sin saberlo, era uno de ellos. Pero Dios fue misericordioso.

El Evangelio del Libertinaje

Reaccionando al legalismo y a la devastación que ese pecado trae a las personas, algunos han aceptado el evangelio del libertinaje. Los libertinos son los que viven de la manera que les viene en gana y evaden el Señorío de Jesucristo y todo lo que ello representa. Ellos están preparados para justificar cualquier carnalidad sacando de su billetera la “tarjeta de la gracia” la de “Cristo me hizo libre”, o la tarjeta de “No me juzgues”. Para los libertinos, la gracia viene a ser la licencia para vivir en la carne y para silenciar sus conciencias. (Véase Judas 4)
Algunos libertinos razonan que pueden continuar cualquiera de sus transgresiones  porque “Dios puede con eso”, a pesar de la carnicería espiritual que ocasiona. De cualquier forma, la marca del pecado es que produce dolor innecesario en las vidas de otros.
El amor y el pecado son totalmente opuestos. El amor es beneficiar a otros a costa de ti mismo. El pecado es beneficiarte a ti mismo a costa de otros. El pecado es egoísmo, el amor es desinterés y preferencia por los demás. El amor es muchísimo más fuerte que el pecado, de la misma manera que la Vida de Dios es más poderosos que la naturaleza de Satanás, y “El amor cubrirá multitud de pecados” - 1 Pedro 4:8
Algunos libertinos llegan tan lejos en su engaño que han reinventado a Jesús en su propia imagen para justificar su rebeldía contra el Señor y se esconden detrás de sus charlas espirituales. Siguen a un Cristo creado a la carta y personalizado. Otros han ido tan lejos que llegan a ser prácticamente ateos.
Notemos que existen diferentes grados de legalismo y grados de libertinaje. Pero estas descripciones pueden ayudar a entender un poco el sabor de cada uno de ellos. Para resumir, podríamos decir que el libertino vive como si no existiera Dios, y el legalista vive como si él o ella fuera un dios para todos los demás.
Ambas actitudes son incompatibles con nuestra vida en Cristo.

El Evangelio del Señorío y Libertad en Cristo Jesús

Lo que complica aún más la situación del legalista es que él o ella no saben que lo son, y tienden a mirar a todos los que no son legalistas como libertinos.
Y el libertino no sabe que él o ella están en la trampa del libertinaje, y tienden a mirar a los que no son libertinos como si fueran legalistas.
El engaño es muy sutil, y sin la iluminación del Espíritu Santo, es muy difícil, o casi imposible  romperlo. La verdad es que “Todos hemos pecado y estamos destituidos (nos quedamos cortos, o no alcanzamos) de la gloria de Dios” –Romanos 3:23
Y todos necesitamos a Jesucristo para que nos perdone, nos libere, y nos mantenga cada día separados de los dos males, los hechos carnales y la santurronería de la carne.
En contraste con los evangelios del legalismo y del libertinaje está el evangelio de Jesucristo que Pablo mismo predicó, un Evangelio que me gusta llamarlo el Evangelio del Señorío y de la Libertad.
Jesús es Salvador y Señor. Someterse al Señorío de Jesucristo nos libera de la esclavitud de la santurronería de la mente carnal por un lado, y de las obras de la carne por el otro. El legalismo es la falsificación del Señorío de Jesucristo en nosotros, y el libertinaje es la falsificación de le libertad del Espíritu Santo de Dios en nosotros.
La verdad es que la sumisión al Señorío de Jesucristo es la puerta que nos conduce a la libertad del Espíritu.
El evangelio del Nuevo testamento está fundamentado y arraigado en la realidad – el Jesús real – y nos hace libres de la deshonra de la carnalidad y de la santurronería de la carne. Ambos problemas proceden del mismo árbol, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Ambos traen esclavitud y causan muchísimo dolor y sufrimiento en la vida de los demás, porque ambos estados violan la ley del amor y de la naturaleza misma de Dios.
Una de las cosas que he aprendido en mi caminar espiritual es que cuanto más cerca de Jesucristo estamos y cuanto más lo conocemos, menos posibilidades tenemos de caer en el pecado de la santurronería y de la auto justicia. Cuanto más tengamos de Él en nosotros, menos duros, intransigentes y egoístas seremos y trataremos a los demás. Que Dios nos ayude a todos.
Aquellos que viven sometidos directamente al Señorío de Jesucristo poseen la libertad de amar genuinamente a los demás. (Gálatas 5: 1-6)

Dios te bendiga.